lunes, 26 de diciembre de 2011

“No vale la pena escribir pensando en premios”

“No vale la pena escribir pensando en premios”
Sergio Ramírez Mercado

Entrevista realizada Por José Adán Silva  

 

Sergio Ramírez Mercado fue abogado por ofertas limitadas de carrera de su época, pero tras el estudioso de las leyes estaba un periodista escondido, un humanista atrapado y un cineasta oculto.

Si no hubiera sido escritor, habría querido ser todas las cosas anteriores, y no es que se queje de haber sido abogado, porque su criterio es que para aprender a escribir hay que vivir de todo y leer de todo, desde los Códigos Civiles napoleónicos hasta los reportes de Twitter.


“Cuando uno quiere alcanzar la precisión, que no sobren ni falten palabras, hay que remitirse a los artículos del Código Civil, no le sobran ni faltan palabras, y ahora a Twitter, que es un mejor ejercicio aún, ha venido a obligarnos a plantear y a pensar la escritura corta de otra manera, porque es todavía más concreto y más sucinto”, dice.

- ¿Y si no hubiera sido abogado qué otra cosa le habría gustado estudiar?

Periodista. Una vez le dije a mi padre que quería ir a Chile a estudiar periodismo, pero él me dijo que eso no era ninguna profesión, las profesiones de mi tiempo eran dos: o médico o abogado. A mí me hubiera encantado hacer periodismo, me hubiera gustado las prácticas en las redacciones, hacer lo que hizo Rubén Darío en Chile… El entrenamiento en las estaciones de Policía, las morgues, los hospitales y desastres, pese a lo duro que se oye, es ideal para el comienzo de todo escritor, lamentablemente yo no pude hacer esa aproximación a la escritura, y ahora me contento con ser un excelente lector de la nota roja, me son útiles para mi oficio: siempre estoy recortando y pegando sucesos que salen en los periódicos, las guardo y algunas me sirven, y otras se pierden como suelen perderse muchas ideas que uno va acumulando.

- ¿Hay indicios de cuándo uno puede crear una novela? ¿Cuándo un escritor decide que es hora de sentarse para escribir?

Creo que es más fácil saber cuándo uno tiene un cuento, una historia de cabo a rabo. Y si uno sabe cómo va terminar, mucho mejor. Uno cuenta un cuento en pocas páginas, y, por lo tanto, no puede contar más de una sola historia y con pocos personajes, a veces uno y no más de cuatro, cinco, entonces, son unas reglas muy inflexibles. La novela no tiene reglas desde Cervantes. En la novela cabe todo, es lo más elástico y moldeable que hay, pero uno debe comenzar con una idea narrativa, una historia que contar. Hay escritores que hacen esquemas muy detallados de lo que quieren plantear, cada capítulo, los personajes, los escenarios, los temas y hasta los finales. Yo no recurro a eso, no es mi método, yo tengo una idea general de lo que quiero contar y voy trabajando sobre la marcha.

- ¿Y usted suele participar como personaje en sus novelas, como lo hacen muchos autores?

Siempre, desde Castigo Divino. Yo entro en Castigo Divino contándole al capitán Prío, uno de los narradores de la novela, la historia de mi relación con Mariano Fiallos Gil, que fue el juez de la causa contra Oliverio Castañeda.

- ¿Y hay algún personaje de novela en general que usted admire, que le parezca tan real?


Si, por ejemplo, Pedro Páramo. Es un personaje que uno casi puede tocar: un caudillo terrateniente, arbitrario, mujeriego, con hijos por todas partes, el tipo de gamonal que hemos conocido en la historia de Nicaragua.

- A su criterio, ¿cuál es la mejor novela que se haya escrito a estas fechas?


Eso es complicado. Para mí una de las mejores historias que se ha escrito es La Odisea, de Homero, porque incita a la imaginación en la historia de un viaje sin retorno, que tarda en consumarse y van surgiendo obstáculos. Si uno se fija bien en las estructuras de las telenovelas y de las radionovelas que surgieron siglos después, no son más que una repetición del esquema narrativo de La Odisea, algo que no llega a consumarse o se consuma tardíamente, y es algo de lo cual sale luego otra novela fundamental que es Ulises, de James Joyce, que es también otro viaje; pero en el épico viaje de Troya a Ítaca, al personaje le espera su reino bajo acoso en su ausencia, mientras que el Ulises, de Joyce, se desarrolla en un solo día, en la ciudad de Dublín, pero es un viaje, y estos temas, los viajes y retornos, siempre son ideas fundamentales en la literatura.

- ¿Y cuál de sus novelas es la que usted más aprecia, esa que sacaría de las llamas durante un incendio?

Eso es como que me preguntaras que si hubiera un incendio, a cuál de mis hijos sacaría primero de las llamas, si solo puedo salvar a uno. Es dura esa pregunta, tanto como difícil la respuesta, porque cada novela tiene su propio ámbito, sus dificultades, sus esfuerzos y empeños para que salgan bien… No sé, es difícil tomar esa decisión, pero si es por asunto de cariño, al libro al que más cariño le tengo es uno de los menos vendidos, que se leyó más en su tiempo (1996): Un Baile de Máscaras, que es donde yo cuento mi infancia a partir de un día: el 5 de agosto de 1942, cuando yo nací, y alrededor de cuya historia se narra la historia de mi familia, de mi pueblo…

- ¿Hay algún proyecto pendiente en la escritura por hacer para Sergio Ramírez?


En la escritura me faltan cinco vidas para escribir todo lo que quisiera, temas sobre la historia, pero bueno, tengo que irme haciendo un proceso de selección sobre lo que es posible escribir, porque el tiempo no es infinito…

- ¿Ha aspirado alguna vez a obtener un Nobel de Literatura?

Vieras que yo no pienso en premio ni en categorías, prefiero que los premios me sorprendan como ocurrió con el Premio Iberoamericano de Letras “José Donoso”, en Chile. Si uno escribe pensando en los premios puede quedarse esperando toda la vida. La escritura se hace por la pasión, con rigor, con disciplina, por amor a la literatura. Yo desde el premio Alfaguara, en 1998, nunca más volví a enviar un libro a ningún concurso. No estoy en edad de concurso, eso quizás sea para la gente joven que necesite un respaldo. Yo el Premio “José Donoso” lo recibí por mi obra, no por un libro en especial, de manera que escribir esperando un reconocimiento que no sea la crítica leal y franca del lector, que es a quien se debe el escritor, es una pérdida de tiempo.
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Fuente: El Nuevo Diario: http://www.elnuevodiario.com.ni/nacionales/235727-no-vale-pena-escribir-pensando-premios

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